jueves, 8 de abril de 2010

Cuentos Interiores nº 1


Érase una vez una pequeña hormiga que se sentía insatisfecha...
Daba puto asco cuando se ponía melodramática, pensando que todo le iba fatal y que no valía para nada, pero es verdad que la hormiga era buena en algo, al menos eso pienso yo.
Intenté dedicarle unas cuantas palabras de afecto aquel día, pero ni por esas, la verdad es que era un rollo tener que estar sentada allí con ella, con todo el puto sol de frente, dándome en los ojos, y como los tengo pequeños...
En fin, que me jodí y le dije que nos fuéramos a dar un paseo por la alberca, para cambiar de aires.
- "claro, como tu tienes las patas fuertes y grandes, ¡vámonos a la alberca!, no te jode..." - me contestó la gilipollas.
- ¡Qué coño quieres que le haga! macho... siempre quejándote. - le contesté de mala leche, pero es que me tenía hasta los mismísimos cojones.

Siempre pensando en negativo, no se da cuenta de que tener unas patitas cortas vienen genial para algunas cosas, pero erre que erre siempre con la misma cantinela... que si tengo las piernas cortitas, que si mis antenas no sirven de nada, vaya culo más gordo, mira que no tengo ni fuerza pa llevar esa pipa... vamos, lo de siempre, y yo le digo, "¡pero bueno! si estás super fuerte y puedes con esa pipa y con cien mil más a la vez", pero ella agacha la cabeza, deja escapar una lagrimita y se conforma con el conformismo.

Ya no sé que hacer con esta gothic-hormiga, como yo le llamo, parece la reina de la oscuridad de las hormigas, y es que a veces es tan difícil hacerle ver que no todo es tan negativo como ella cree... las cosas suceden por algo y uno es como es por algo, para algo y no porque sí y ya está.
Solo hay que creer un poquito en cada uno y no intentar andar el camino demasiado deprisa...
... pero ella nunca me escucha, se limita a sonreír y ya está.

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