martes, 8 de julio de 2014

El estanque

De color amarillo brillante, el estanque, se erige majestuoso ante mi.
Aquí la paz deslumbra todos los recovecos del lugar, como si de un ente misterioso y oscuro se tratase. Camino despacio, muy muy despacio, por todos ellos, intentando mantenerme serena, controlando muy a mi pesar, el inmenso caudal de emociones y necesidades que hay en mi interior.
Pero no puedo.
El estanque se apodera de mi.
Es una sensación tétrica, oscura, negativa... Una paz que amansa, que atonta y entorpece... Un bálsamo con final feliz para los malvados y peligrosos seres nocturnos que viven bajo esta cama de usar y tirar.
Y esta sensación se introduce por mis poros hasta llegar a mi riego sanguíneo, tornando mi sangre otrora, roja brillante, en un líquido pastoso y nauseabundo de color amarillento...

El estanque lo ha conseguido. Traspasó las puertas de mi ser.

Comienzo a respirar dentro de él. Me duele, pero poco a poco el dolor de la vida deja pasó a la sosegada muerte...
Nado, mirando a mi alrededor, empezando a ver lo que me espera en este acuoso mundo.
Las puertas se abren, la luz blanquecina hace su aparición estelar, las algas danzan en este espectáculo que se proyecta entre gotas de agua, unidas por algún apego especial o quizás por la necesidad canibal de supervivencia individual...
Me interno entre ellas, dejándome llevar por el ritmo del agua en su fluir continuo, un aleteo más y otro y otro... Y otro...
Y entre muchos aleteos, un alga me roza y me saca de mi ensimismada situación particular.
Si pudiera parpadear, si pudiera gritar de terror...
Giro sobre mi, muerta de miedo, miro a mi alrededor y no veo más que luz amarilla, agua amarilla, el estanque.
El estanque y nada más.

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